Yo maté a Vick Michones

17/05/2019 Desactivado Por Anna Val

Eran los locos y maravillosos años 20. En el gansteril barrio de Brooklyn, un local llamado «Mingos», acogía en su interior, a una muy variada fauna de los bajos fondos de New York.

Dicho antro, era propiedad del capo más poderoso de la época, Vick Michones.

Le apodaban «Michones», ya que le gustaba llevar llamativos calcetines de seda. Era una sagrada obsesión. Jamás se los quitaba, ni tan siquiera cuando me hacía el amor… ¡A lo gangster!

En dicho antro, yo era la principal atracción. Al igual, que en la vida de Vick.

Una noche de pasión gangsteril, le sugerí a mi peligroso amante, que se quitara los calcetines. Todavía recuerdo su mirada furiosa…

– ¡¡Jamás!! ¡Los calcetines no se tocan! ¡Los calcetines son sagrados! ¡¿Comprendes, nena?! –No, no lo comprendía. Pero, cuando Vick Michones decía que no, lo más sensato era no discutir.

Una noche, una de las chicas, me advirtió que Vick andaba tonteando con una «pantera negra», mucho más joven que yo.

En aquel instante, entré en un estado comatoso y febril. Me entraron ganas de pegarle un tiro a Vick.

Peinada a lo charlestón, y enfundada en aquel vestido de plumas de avestruz, dirigí mis pasos, subida en aquellos interminables tacones de aguja, en dirección al reservado de mi amante. El gangster.

Mi mano escondía una pequeña pistola de diamantes, regalo de Vick.

Abrí la puerta del reservado y entonces él, me miró. Al rato, se levantó esbozando aquella particular sonrisa seductora. La sonrisa de un gangster.

Se acercó a mí, cogiéndome de la cintura, a la vez que me susurraba lentamente al oído…

– Vamos nena…, suelta el arma. Puedes dañarte… -Mi cuerpo empezó a estremecerse de placer. Y mi dedo que descansaba en el gatillo de la pequeña pistola, también.

Entonces, sus labios, recorrieron mi suave cuello. Sentí un placer intenso, penetrante.

Aquella intensidad del momento, provocó que mi dedo, se tensara. La pistola de diamantes se disparó. Y la bala rozó su pie derecho. Aquella bala asesina, rasgó su preciado calcetín.

El semblante de Vick quedó congelado. Provocando, que sus azulados ojos engrandecieran de manera sobrenatural.

Su cuerpo se desplomó, impactando contra el suelo.

¡¡Mi gangster había muerto!!

En aquel instante, y sin haberme podido reponer por lo que acababa de suceder, irrumpieron los matones de Vick Michones.

Cerraron de inmediato y de forma contundente la puerta, y empezaron a dispararle.

Las balas perforaron el cuerpo de Vick. Mi vestido de plumas de avestruz, quedó teñido de sangre.

Nadie podía saber la verdad, sobre la muerte de aquel capo, apodado «Michones».

A Vick Michones, no le desprestigiaba ni la propia muerte.

Aquel gangster, había sido tiroteado de forma brutal, por una banda rival. Esa fue, la versión oficial.

Pero la realidad, que   siempre es mucho más cruel, distaba mucho de aquella verdad inventada.  «Michones» murió de un disgusto. Su calcetín fue desgarrado por el disparo de una pistola de diamantes, propiedad de su amante.

 

Anna Val.