¡Sorpresa!

30/01/2019 Desactivado Por Anna Val

Un escritor bajito, muy bajito y pequeñito, es citado por una importante agente editorial.

El escritor, va muy contento a su entrevista.

Al llegar a la dirección indicada, visualiza la puerta de entrada. Se pone de puntillas para llamar al timbre, pues no alcanza.

Al rato, abre la puerta una enorme mujer muy despeinada, e inclinando los ojos hacía las baldosas que cubrían el suelo, pregunta:

– ¿Sí…?

El autor, muy impresionado, le responde:

– ¿Madame Pompidou?

– No, soy Pompeya, su asistente. ¿Qué quiere?

A lo que el pequeño autor, algo intimidado, le responde:

– Me llamo Alaxitas y soy escritor. Madame Pompidou, me ha citado. –Volvió a responder un tanto nervioso-.

– Madame Pompidou jamás cita a nadie.

Con un tono de voz aflautado, Alaxitas volvió a insistir:

– Perdone…, le puedo asegurar que he sido citado.

– Está bien. Si quiere, ¡arriésguese! Pase y asuma las consecuencias.

Alaxitas entró y siguió a Pompeya. La cual, abrió la puerta del despacho de la agente editorial, cerrándola tras de sí.

– ¿Es usted Alaxitas? ¿El escritor, el autor? –Le preguntó una voz que provenía de detrás de un sillón giratorio-.

– Sí. –Respondió él-.

El sillón se movió y apareció una estrafalaria mujer, con apariencia de «femme fatale».

– ¡¡Siéntese!! –Alaxitas, por el susto producido tras aquella orden, dio un saltito para sentarse en un enorme sillón orejero de color verde-.

– Dígame… ¿es de usted, este manuscrito titulado: «Danubius Krauss»? –Le preguntó la agente editorial-.

Alaxitas tragó saliva, abrió mucho los ojos y también la boca. Para finalmente, evocar un tímido «sí».

– Interesante… -Respondió ella, mientras aspiraba el humo de aquel largo cigarrillo.

– Muy bien… -Volvió a decir-.

Alaxitas llevado por el entusiasmo, empezó a dar palmaditas.

– ¡¡Qué hace!! –Le gritó la agente-.

– ¡¡Compórtese!! –Le volvió a replicar.

Alaxitas empequeñeció mucho.

– Muy bien… Usted, escritor y autor, me ha hecho llegar este ¡disparatado manuscrito! ¡¡Espantoso!! ¡Horroroso!! ¡Dónde los puntos, las comas y los tiempos verbales, bailan alocadamente a sus anchas por el aceitoso papel de esta espantosa novela! –Alaxitas cayó al suelo desmayado-.

– Pero, ¡qué hace! ¡¡Levántese!! –Le gritó ella-.

– Perdone… Me he mareado… -Respondió muy aturdido Alaxitas-.

– Y ¿bien…? ¿Tiene algo que alegar en su defensa? –Le preguntó de manera inquisitoria, la «femme fatale»-.

– Perdone Madame. La literatura me utiliza, se ríe de mí… -Respondió sollozando el autor-.

– ¡Déjese de estupideces y de culpar a la pobre e indefensa literatura! –Le gritó la agente editorial, lanzándole la pesada novela sobre la pequeña cabeza de Alaxitas-. Lo aplastó. Murió.

– ¡¡Pompeya!! –Al rato, la «femme fatale», llamó a su asistente. La cual, acudió de inmediato-.

– ¡Lléveselo! Ha muerto, uno menos. Ya van quedando pocos.

– Pero, ¿qué hace? –Le preguntó extrañada, a su asistente-.

– Rezo, me dan pena… -Le contestó Pompeya apesadumbrada-.

– ¡Déjese de penas y de rezos! ¡¡Fuera!!

 

Anna Val.