Tres Sombras Chinas y Una Rata (I)

03/05/2024 Desactivado Por Anna Val

Una mañana de radiante aburrimiento, recibí, de manera inesperada, una carta de la Guildford House Gallery. Se trataba de una invitación en la que me animaban a explorar la obra de una gran promesa de las artes plásticas. Por lo visto, y a pesar de su juventud, dicho artista, de cuyo nombre no recuerdo ni una letra, había cosechado un rotundo éxito en una prestigiosa galería de arte neoyorkina. Las críticas, tanto en los periódicos de gran tirada, como en las revistas de arte especializadas, fueron atronadoramente exitosas. Incluso le llegaron a comparar con un renombrado pintor de una época muy antigua…

Aquella ornamentada invitación, de elegante papel blanco y a la que tan solo le faltaba ser rociada con unas exquisitas gotas de perfume salvaje, estaba firmada por Mimy Carrington. Una avispada marchante de arte y, cuya nariz, una alargada protuberancia exageradamente puntiaguda, producían en mí, cada vez que la veía, un grave estado de alarma. Tenía la sensación de que aquel alargado tentáculo, en algún lamentable descuido, podría picotearme la cara. ¡Y qué decir de su descontrolada verborrea…! ¡Aquello parecía un brutal bombardeo para mis sentidos auditivos y mentales…! Además, sobre su cabeza, anidaban estrafalarios sombreros de plumajes imposibles. Los cuales, casi siempre, estaban salpicados por un rocambolesco estucado multicolor que, de manera involuntaria, la transformaban en una exótica ave parlanchina.

Aturdida por todas aquellas atropelladas imágenes que mi cerebro procesaba a modo de recuerdo, intenté relajarme, exhalando un prolongado suspiro cuyo sonido retumbó por toda la estancia, quedando estrellada en el suelo, aquella refinada, y casi aristocrática, invitación.

Sabía perfectamente que no iría a aquella exposición. Y tampoco quería ofender a mi «amiga», la distinguida ave parlanchina, con un rechazo innecesario. Por lo tanto, puse a funcionar a mis obedientes e ingeniosas neuronas, que, como siempre, me ofrecieron una sutil y original solución para poder salir airosa de aquel apretado compromiso artístico social.

Primero escribí a Mimy Carrington. Le agradecí la deferencia que había tenido al invitarme a dicho evento artístico, pues sería todo un honor asistir a dicha exposición. Después, puse una conferencia a media distancia para hablar con una empresa de alquiler de automóviles con chofer, en Guildford.  Les comuniqué, que precisaría de sus servicios el próximo miércoles a las cuatro de la tarde; destino, Londres. Después, me enfundé entre cálidas y aterciopeladas telas «vintage», a la vez que ponía, en un pequeño maletín, algo de ropa y otros utensilios básicos que me acompañarían en los siguientes días. Y me dispuse a ir en busca de mi fiel Morris Cowley para abandonar Londres y poder adentrarme en las luminosas tierras de Guildford, en el pintoresco condado de Surrey.

Continuará…