Seiche La Mollusca (XI)

26/03/2021 Desactivado Por Anna Val

La tierna luz coqueteaba con el noble rostro de Dave otorgándole un color dorado muy especial. Embellecía sus marcadas facciones, resaltando, por encima de todo, su juventud.  Entonces me pregunté por qué la vida tiene tanta prisa… O tal vez no, y seamos nosotros mismos que, atraídos por ese ambicioso y vil corsario apodado «tiempo», la empujamos de manera despiadada y feroz a un hondo y rocoso acantilado destruyendo la esencia de cada estación, que ella, generosamente, nos regala.

Horrorizada por tan despreciable acto y tomando conciencia de que mi primaveral lozanía había quedado arrasada, ¡¡maldije el tiempo y cada minuto derramado por nada!!… Y, con un resignado y ahogado dolor, decidí que viviría con gran intensidad mi otoñal estación de vida saboreando con pausa cada segundo del día, pues la primavera ya despareció, otoño solo hay uno y el invierno, quien sabe si vendrá…

 

Ajeno a mis pensamientos Dave iba inmortalizando a golpe de, clic, el bello horizonte que nos escoltaba, alejándonos con quietud de los bellos monumentos que, con generosa gratitud, se despedían de nosotros, asomándonos a un nuevo paisaje de brillantes viñedos y tupidos boscajes. Aproveché la intimidad que nos obsequiaba el anochecer para interrogar, de manera sutil, a mi varonil gigante.

– ¿De dónde eres, Dave?

– ¡Oh! De aquí y de allá. ¿La ciudad o el país? ¡Qué más da…! ¡¡El mundo es mi hogar!! –sonrió alzando los brazos mientras me dedicaba un guiño cómplice – Ahora estoy aquí, ¡en Albi! «Qué respuesta más inteligente», pensé.

También yo le sonreí sin insistir en querer averiguar algo que, como él muy bien expresó, carecía de importancia. Tampoco yo sabía exactamente a qué lugar pertenecía realmente o, si alguna vez, hubo un lugar que me perteneció.

– Entonces, ¿estás en algún nuevo proyecto y esa es la razón de tu viaje? –necesitaba saber para comprender y poder encontrar algún sentido a todo aquello…

– ¡Ah…! Bueno…, si… Supongo que sí. Verás, llevo algunos años recorriendo el planeta para poder escribir el que será mi último libro y que no publicaré. Lo escribiré en un lugar lejano y secreto donde mi única compañía será el silencio y la luz del firmamento, arropado por la aurora boreal y la fiel compañía de un Malamute.

-¡¡Oh!! –exclame emocionada.

-Además, –prosiguió –se lo dedicaré a la única mujer que he amado en mi vida y ella jamás lo sabrá.

– ¡Oh!… –me pareció el proyecto de vida más bello y triste que una persona pudiera realizar.

-Eres un ser solitario… ¿Verdad? –lo miré con mucha ternura.

-Tal vez… Pero…, ¡tampoco creas que soy un alma atormentada! –me aclaró con una contundente carcajada.

Yo también iba a sumarme a aquel carcajeo cuando la tartana que nos transportaba se paró en seco y salí disparada hacia el exterior besando el suelo en una ridícula postura mientras exclamaba una palabra muy mal sonante. Mi dignidad quedó totalmente embarrada.

Dave dio un brinco y rápidamente acudió a mi rescate ante la impasividad de aquel cochero que, lo único que se le ocurrió decir, fue que ya habíamos llegado.

Me levanté con la fuerza arrolladora de una heroína, advirtiéndole a Dave con un gesto que no dijera ni una palabra…

Continuará…


Anna Val.