Ruinas Roks City (III)

20/04/2023 Desactivado Por Anna Val

La umbrosa aura que ocupaba el interior del vagón, quería, de alguna manera, ocultar el ruinoso estado en el que se encontraba un desgastado y sucio mobiliario donde deberíamos sentarnos a lo largo de nuestro recorrido por un tiempo prolongado. Aquella impactante realidad me llenó de un desalentador sentimiento que me bloqueó por un instante. Fue un breve intervalo de tiempo, en el cual experimenté la angustiosa sensación de no poder avanzar hacia ningún lugar. Una extraña fuerza tiraba, de manera insistente, de mí. Tal vez se trataba de la destemplada decepción que sentía y que me retenía anclada en un punto concreto entre dos asientos, y mientras intentaba razonar una lógica respuesta que diera solución a aquella inexplicable situación, un ser incorpóreo disparó un grotesco rebuzno que sentí detrás de mi espalda: «¡¡Señora, que se le atascado el cinturón de la gabardina en el apoyabrazos!! ¡Espabile de una vez!» 

Aquel ente abrupto terminó de patear sus vulgares palabras con un escandaloso eructo. Entonces, Ariadne se apresuró a resolver el calamitoso incidente tirando con fuerza de la testaruda hebilla. Con aquel heroico acto de valentía logró desengancharme de aquella comprometedora situación extremadamente peligrosa y, cogiéndome de la mano con suma ligereza y sin mirar atrás dimos tres pasos más, para encajar nuestras nalgas sobre una roída espuma que cubría una estructura metálica llamada «asiento».

Sin atreverme a mirar a mi alrededor y queriendo convertirme en la pasajera ausente, otro sobresalto me hizo hiperventilar al ver anunciado en grandes letras rojas el destino de aquel tren: «Guadalajara».

Me levanté en modo propulsión a la vez que gritaba: «¡¡Guadalajara!!» ¡No, no, para nada era ese nuestro destino y yo quería escapar saltando de aquel tren en marcha como lo hacían los vaqueros americanos en los westerns! Pero Ariadne tiró de mí y me caí, empotrándome, nuevamente, en el asiento. «No te alteres…», me dijo entre dientes. «Este tren para en todas las estaciones y su destino final es Guadalajara». La miré recelosa y con el rostro angustiado le expresé mi más sincera desconfianza en vista de cómo había cambiado todo…

Entre un infernal y doloroso traqueteo, el tiempo parecía no pasar nunca… Sí, Ariadne acertó una vez más; aquella máquina paraba en todas las estaciones sin saltarse ninguna… Además, era entristecedor descubrir, a través de la mugrienta ventanilla, como se asomaba un paisaje abandonado y empobrecido a causa de la dejadez más absoluta por culpa de la huella humana.

Cerré los ojos para no dañarme más. Nada a mi alrededor era digno de admirar, pues me encrespaba pensar que, lamentablemente, una parte de la humanidad estaba abocada a la no evolución por la falta de valores, y el más importante de todos, a mi entender, es: «EL RESPETO.» Un tesoro sobre el que se construye el crecimiento del ser humano.

Agotada por tanta efervescencia me quedé dormida soñando con Platón y su sabía reflexión sobre el verdadero significado del respeto cuando noté, de repente, un fuerte zarandeo. «¡Vamos, levanta que ya hemos llegado!»

Continuará…


Anna Val.