Querida prima Violet… (III)

03/11/2022 Desactivado Por Anna Val

Me cercioré muy bien de ensobrar concienzudamente aquella valiosa carta antes de entregársela a mi mayordomo. Acto seguido le llamé para ordenarle que la depositara en la estafeta de correos del pueblo y le dije también, que, a su regreso, desempolvara el viejo y lujoso Lanchester, ya que aquella misma tarde partiríamos de viaje hacia a Londres donde me reuniría con mi prima Violet.

Obediente, Gato cumplió con rapidez la misión que le encomendé y, pasadas algunas horas, ya estaba todo dispuesto. Entonces me dirigí hacia la entrada principal. Allí, junto a Leloup, y vestido con el uniforme de chofer, me esperaba Gato. Leloup abrió la puerta y le entregó a Gato una pequeña bolsa de viaje, mientras que yo, muy altiva y ayudada por mi distinguido bastón, crucé el umbral para encaminarme hacia el coche recorriendo el estrecho caminito empedrado que separaba el jardín de la verde pradera. En un momento determinado, algo llamó irritantemente mi atención al ver corretear entre la hierba, a un champiñón. Y, en un ataque de grave enfado, tuve el impulso de aplastarlo lanzándole el bastón que me sostenía, pero no lo hice, pues pensé que dicho acto me desequilibraría… Gato, al percibir mis intenciones, me aclaró, de manera atropellada, que aquel ser molestoso era Kitty; la hija de Tom y Arabella Goupil, los guardeses… «¡Qué confusa es la vejez…!», pensé amargamente.

Después de aquel incidente que me dejó totalmente debilitada, me dispuse a entrar en el interior de mi dorado Lanchester a paso muy lento y con inseguros movimientos funambulescos. Una vez dentro, me dejé caer sobre el acolchado asiento de piel, totalmente exhausta…Pero, a pesar de todo, todavía me quedaban fuerzas para golpear, de manera suave y con la mano, el respaldo del asiento delantero donde se encontraba sentado Gato. Esa era la señal para que él pusiera en marcha el automóvil.  

Respiré hondo y relajé levemente los hombros mientras miraba al cielo a través de la ventanilla. Entonces advertí, que, a lo largo de nuestro recorrido, el cansado azul del cielo se iba despidiendo de nosotros para dejar paso a un hermoso atardecer de color anaranjado que tuvo la generosa amabilidad de acompañarnos. También las nubes nos daban la bienvenida entre risas y juegos, adoptando extrañas y curiosas formas inenarrables. En cambio, los árboles permanecían estáticos. Detrás de ellos, escondida entre sus robustos troncos, se encontraba la brisa que, poco a poco, fue dejándose notar de manera leve y misteriosa, cuando, en un halo de timidez, le susurró al riachuelo que ella no quería molestar.  Él, muy sosegado, le sonrió, y satisfecho le mostró la sombra de su bello rostro reflejado sobre sus calmadas aguas.

 

Más allá, a lo lejos, laberínticos cercados de madera protegían a las humildes granjas y a sus ganados. Advirtiendo, a todo extraño, que aquel trozo de tierra era terreno privado.

«¡Qué regalo observar tanta belleza…!», me decía mientras todos mis sentidos gozaban de un placentero oasis de paz… Pero, lamentablemente, aquel deleite de tranquilidad duró  muy poco… Un latoso e intermitente zumbido que planeaba en el interior del automóvil me robó la felicidad que sentía en aquel momento. Malhumorada descubrí que, posada sobre la gorra de Gato había una inoportuna avispa. Apenas era visible, pero, a pesar de todo, la examiné con mucha atención… La polizonte en cuestión se chupeteaba, de manera escrupulosa, sus largas y peludas patillas, a la vez que peinaba, de manera nerviosa, sus dos antenillas. ¡Estaba claro que nada bueno tenía previsto hacer aquel bicho volador! El   perverso animal, que se estaba preparando para iniciar un ataque mortal, parecía no tener prisa… La asesina presumida seguía acicalándose y yo, la vigilaba…  

Aquella situación me pareció maliciosamente jocosa, pues, era obvio adivinar, que la víctima sería Gato. Pensar tal cosa me hizo esbozar una siniestra sonrisilla, e imaginándome la escena del crimen en su totalidad, mi sonrisa fue tomando impulso y se convirtió en una risa moderada y, finalmente pasó a ser una risa desequilibrada cuando de repente, y sin esperarlo, noté de forma abrupta, ¡un enérgico latigazo en toda la cara! Después, nada…

Continuará…


Anna Val.