Querida prima Violet… (II)

27/10/2022 Desactivado Por Anna Val

Terminada aquella triste e impotente reflexión, le ordené a Leloup, en silencio y con la mirada, que extendiera sus escuálidos brazos para que yo pudiera apoyarme en ellos para poder incorporarme, pero, lamentablemente, aquellas dos largas extremidades tan trémulas y delgadas apenas podían sostener ya nada… La caprichosa fatalidad quiso que las dos acabáramos rodando por el suelo…

Con el conocimiento algo obnubilado y la visión ensombrecida debido al inesperado rodamiento, logré sentarme sobre la alfombra, y por un instante pensé, fruto de la confusión, que habíamos improvisado un accidentado picnic. Pero los ruidosos quejidos de Leloup me hicieron ver la realidad y, sin saber cómo, saqué fuerzas para sujetarme sobre el respaldo de la silla que estaba próxima al escritorio y pude ponerme en pie. Luego, me senté, exigiendo a Leloup que cesara de inmediato con aquellos lamentos tan ruidosos y volviera a sus quehaceres.

Despejada la sala, y habiendo recobrado esta un placentero ambiente de silencio, me puse los anteojos para poder leer con total claridad las páginas escritas de mi libretilla. «¡Ohhhh…!», grité con voz temblorosa. Estaba perpleja y apenada por lo que veía… En todos y cada uno de aquellos nombres, había dibujado, sobre cada uno de ellos, un enorme y pesado lazo enlutado. Quedé sumida en un grave estado de desconcierto y turbación, pues estaba claro que todos habían muerto… «Pero, ¿¡todos!? ¡Imposible! No puede ser…», me lamenté. Y en un impulso por querer llevarle la contraria al destino, estampé con rabia en la última página de aquella malvada libretilla, un nombre: «¡Violet!» Era el nombre de un pariente inventado. Los parientes inventados también existen… Entonces, resolví, que el rango de parentesco sería el de prima lejana por parte de madre y, que, su lugar de nacimiento había sido en Irlanda. Además, decreté que Violet había contraído matrimonio con un conde inglés de muy mala reputación, y con los años, ella le abandonó para trasladarse a vivir de incognito a un elegante barrio londinense donde todavía hoy, seguía residiendo. Entonces, tuve un potente recuerdo inventado al pensar en lo mucho que nos parecíamos… Ambas éramos exageradamente ancianas y tremendamente encorsetadas. Pero, sobre todo, ¡éramos extraordinariamente eduardianas! Y, a pesar de que nuestra relación, a lo largo de los años había sido bastante nebulosa, tomé la decisión de escribirle una carta para anunciarle mi próxima visita en su residencia palacio al norte de Londres, donde siempre…

 

«Querida prima Violet.

  Te escribo estas breves líneas para comunicarte que próximamente me desplazaré a Londres para visitarte, pues desde hace algún tiempo que me inunda un sentimiento de nostalgia hacía tu persona. Por ello, es mi deseo más profundo pasar unos días en tu compañía, y poder recordar nuestra inexistente infancia y juventud en tierras irlandesas en compañía de nadie…»

Recibe un abrazo afectuoso de tu prima Rosaleen.»

Continuará…


Anna Val.