Mundo Imaginado (IX)
Protector tenía una misión muy importante, vigilar todo el valle y proteger a sus habitantes para que nada malo pudiera ocurrirles.
– Mucha valentía habéis demostrado para llegar hasta aquí. Vuestro coraje y vuestra fuerza, os honra. ¿Qué es lo que queréis? – les preguntó el gran pájaro -.
– Queremos ver a Sel-la, y ayudarla a recuperar Mundo Imaginado – le respondió Noxi -.
– Yo protejo a Sel-la y velo por ella. ¡No permitiré que nada ni nadie puedan dañarla! Sel-la está enferma, tiene un gran dolor en el alma – les contestó Protector con mucha autoridad -.
– ¡Podemos ayudarla también! ¡Déjanos verla! – insistieron -.
– Está bien – accedió él -.
– Les condujo hacia el interior de la cueva de azúcar de cristal. Quedaron impresionados al ver tan mágico lugar… ¡Todo resplandecía! Majestuosas mariposas blancas volaban en su interior, bellísimas flores de colores decoraban sus paredes, y hermosos peces dorados bailaban al son de la música que producían sus flautas mágicas.
Al fondo, entre un manto blanco muy delicado, vieron una frágil figura.
Se acercaron y comprobaron de quien se trataba. ¡Era Sel-la!
Tenía la mirada más tierna y bondadosa que jamás habían visto. Su voz era tan delicada que parecía una caricia. Y a su lado, ¡Xell!, el pequeño Xell, el bueno de Xell.
Murga, Tar, Noxi y Pastis quedaron tan impresionados que no podían hablar.
– Hola, pequeños… – susurró Sel-la -.
– Largo camino habéis recorrido, ¿qué puedo hacer por vosotros? – les preguntó Sel-la -.
Murga apenas podía articular palabra. La emoción invadía su cuerpo y su corazón. Era la dama más bondadosa que jamás pudo imaginar. Su ternura, invadía toda la estancia de la cueva de azúcar de cristal.
– Señora…, queremos ayudarla a recuperar Mundo Imaginado, y derrotar a la malvada Leiana.
Sel-la esbozó una tímida sonrisa y acarició con ternura la cabeza de Murga diciendo:
– Sois muy valientes, pequeños, y vuestros sentimientos os honran. Pero estoy enferma y poco podría yo ayudaros.
– ¡Señora! – retumbó una voz desde el interior de la cueva -.
Sel-la dirigió su mirada hacia el fondo de la cueva, y logró visualizar una silueta que estaba arrodillada. La silueta levantó la cabeza y Sel-la, exclamó:
– ¡Pastis! ¡Mi fiel Pastis!
Emocionado, se levantó a la vez que efectuaba una gran reverencia.
– Sel-la ¡podemos lograrlo!, tenemos un buen plan. Y si no funciona, al menos lo habremos intentado – explicó Pastis -.
– Mi fiel Pastis. No puedo permitir poner en riesgo vuestras vidas – replicó Sel-la -.
– ¡No podemos vivir en la oscuridad! – insistió enérgicamente Pastis -.
– Escuchemos lo que deban decirnos, Sel-la. Pastis tiene razón – intervino Protector -.
– Murga, cuenta nuestro plan – le ordenó su amigo -.