Mundo Imaginado (IV)
– Entonces tú, Pastis, ¿eras uno de los habitantes de Mundo Imaginado? – preguntaron Murga y Noxi -.
– Sí, me transformé en árbol para que la malvada Leiana no me encontrara.
Lo ocurrido esta noche ha sido un ataque de la Malvada Dama – les explicó Pastis -.
– ¡Entonces, todos estamos en peligro! – exclamó Tar -.
– Exacto, Leiana utiliza la imaginación y la creatividad, para la destrucción de los valles y todos sus habitantes – advirtió Pastis -.
– ¿Y qué fue de Sel-la? – preguntó Noxi -.
– Nadie lo sabe – respondió Pastis -.
– ¿Qué ocurriría si Leiana nos descubriese? – preguntó Tar -.
– Destruiría vuestra imaginación y creatividad, es de lo que ella se alimenta.
Quedaríais apagados, oscuros. Secos de vida – respondió Pastis -.
– ¡¡Es horrible!! – gritó Noxi -.
– ¡Debemos hacer algo! Leiana, la Dama malvada no puede seguir destruyendo. Tenemos que pensar un plan – dijo Murga -.
– Sí, pero ¿qué podemos hacer? No sabemos a qué poderes tan destructivos nos enfrentamos – dijo Pastis -.
– ¡Nada es imposible!, nosotros encontraremos a Sel-la – respondió Tar -.
– Es hora de partir, y cuanto antes salgamos, mucho mejor. Pastis, tú conoces el bosque y los valles. Nos adentraremos en ellos con tu ayuda – le indicó Murga -.
– De acuerdo, saldremos sin ser vistos. Llevaremos polvos de mariposa para poder transformar nuestro aspecto y no ser reconocidos por las criaturas que vigilan el bosque – les explicó Pastis -.
El libro colgante les miró, y Pastis le dijo:
– Debemos salir al exterior sin ser vistos.
Entonces el libro colgante se transformó en un gran y profundo pasadizo. Los cuatro amigos entraron en él.
– Para poder salir del pasadizo, debéis elegir las letras adecuadas – les advirtió el libro colgante -.
– ¿Qué letras? – le preguntó Murga -.
En esos instantes, el libro colgante se cerró. Murga, Noxi, Tar y Pastis quedaron dentro del pasadizo. ¡Sus paredes estaban repletas de letras!
– ¿Cuáles debemos elegir para cruzar el pasadizo? – se preguntaba Pastis -.
Las letras les miraron curiosas. De repente una de ellas les dijo:
– ¡A mí! – Los cuatro amigos la miraron curiosos -. Era la letra «N».
– ¡No, no, a mí! – gritaba ansiosa la letra «Z»-.
Las demás letras empezaron a parlotear, organizando un gran revuelo.
– ¡¡Silencio!! – Un enorme grito se produjo desde lo más profundo del pasadizo -.
Rápidamente las letras enmudecieron y se hizo un gran silencio.
– ¡Mumm! ¿¡Qué ocurre aquí!? ¿¡A qué se debe este alboroto!?
Los cuatro amigos estaban tan asombrados por ver quién pronunciaba aquellas palabras, que se miraron entre ellos.
¡Era un gusano enano con enormes gafas, las cuales le aplastaban la nariz!