La ceguera de la tiniebla (II)

16/11/2023 Desactivado Por Anna Val

Con una mirada nada sorprendida, aquella entidad seráfica realizó un hondo suspiro desplegando sus tres alas, y después, habló.

«Todas las almas, antes de efectuar su ascenso final, imploran la misma rogatoria. Es por ello que el tribunal de luz, que es el máximo organismo en imponer las leyes celestiales, votó por unanimidad en el lejano consejo de pensadores juiciosos, conceder, a todos los difuntos, una última voluntad; por lo tanto, señorita Groso, puede usted cumplir su deseo. No obstante, debo advertirle que cuando regrese al mundo terrenal, experimentará una radical metamorfosis debido a que usted, Ilda, ya no pertenece al mundo de los vivos. Es decir, y para que usted me comprenda bien, su organismo mutará en una fisonomía muy distinta a la actual.  No se espante, tranquila, es lo normal. Decirle, también, que dispone de un plazo de veinticuatro horas para ejecutar su cometido, pasado dicho tiempo, y esto es muy importante, debe estar muy atenta y con la mirada fija hacia el firmamento, pues en él verá descender del espacio una densa tiniebla color púrpura que la envolverá para regresarla, de nuevo, hacia su nueva vida eterna. Le aconsejo, madame, que en cuanto la vea realice usted exagerados movimientos que atraigan su atención, pues la tiniebla, debido a su vetusta edad, se ha vuelto exageradamente torpe…».

Aliviada por aquellas palabras me despedí regalándole una teatral reverencia y volví a descender por el sendero.

Con cada paso que daba notaba que mi cuerpo apenas pesaba nada. Entonces sentí cómo una bruma me encapsulaba y empecé a flotar… Un sentimiento de libertad explotó en mi cabeza haciéndome gozar de manera colosal y arranqué a brincar dentro de aquella capsula mágica que, por culpa de aquellos impulsos inmoderados, uno de mis pies atravesó accidentalmente la fina superficie brumosa que me protegía, y vi, con bastante consternación, ¡unas largas falanges que se movían! Saqué un poco más mi pierna, ¡y comprobé que mi bella pata se había convertido en una alargada y blanca tibia! Fuera de aquella capsula…, ¡yo era un vulgar esqueleto!

«¡¡Genial!!», grité de forma malévola. La presencia de mi nuevo estado, impactaría mucho más a aquella alimaña de Pett Groc. Rauda y veloz, ¡fui en busca y captura de la rebolluda sabandija!

Sobrevolé el vistoso velero sin tardar mucho tiempo y, sin pensarlo, me dejé caer encima de aquel cuerpo tendido sobre aquella hamaca sin que tuviera tiempo de revelarse, quedando atrapado en el interior de la capsula igual que una rata en una trampa.

Confuso, Pett empezó a gritar, y yo, pletórica por haber cazado a mi presa, le lancé una grotesca y ruidosa risotada mostrándole mi huesuda dentadura.

«¡¡Soy yo, Ilda Groso, y ahora voy a vengarme de ti, cabeza de liebre!!», le vocee.

La mirada de Pett se volvió rechiflada y de repente, y de manera sorprendente, su cráneo comenzó a hincharse hasta adquirir el dramático semblante de una liebre perturbada.

«¡¡Fantástico!!», volví a gritar y nuevamente hice uso de mis poderes: «¡¡Si, soy yo, Ilda Groso, cuerpo de conejo!!», y aquella reducida anatomía, empezó a tomar forma de «bunny». Sentía tanta euforia, que me desahogué realizando intensas cabriolas, provocando, inesperadamente, que aquella capsula reventara y nos estrelláramos en un extraño lugar.

Continuará…


Anna Val.