Ese gran asesino llamado tiempo (II)
Invadiendo mi espacio, una reliquia de mujer se sentó muy inoportunamente a mi lado. Y, además, dijo:
– ¡¡Qué lento va este reloj!!
Sin mirarla, le respondí:
– El dichoso reloj todavía no ha llegado al orgasmo… – Aquella reliquia humana, súbitamente se levantó con el semblante desencajado, mientras sus ojos en posición de recuerdo, trataban de recordar cuando fue la última vez que ella tuvo un orgasmo. Y no encontrando respuesta alguna entre sus recuerdos, también ella se fue -.
Ir eliminando pasajeros de viaje, hace que la espera sea mucho más ligera y agradable.
– ¡¡El tren con destino a Corset realizará su salida de inmediato!! – Gritó el uniformado y anciano jefe de estación mientras recorría, farolillo en mano el estrecho andén -.
Dejé que aquel gentío se sumergiera en las entrañas de aquellos ordenados vagones, mientras un hombre viejo me lanzaba una clara advertencia:
– ¡Señorita, señorita, dese prisa o el tren partirá sin usted! – Hacía mucho tiempo que nadie me llamaba «señorita» y, hacía mucho tiempo, que a nadie le preocupaba si yo perdía un tren… -.
Le agradecí la advertencia con una sana sonrisa, a pesar de que mi mirada delataba cierto desagrado, pues no podía dejar de pensar que aquel hombre era un hombre viejo, muy viejo.
Mientras tanto, el jefe de estación, con gesto brusco y muy mal humorado y con fuerza dominante, golpeó la campana para dar salida al impaciente tren.
Y ya ubicada en el interior de aquella máquina y al ritmo de un mareante traqueteo, empecé a recorrer los largos pasillos en busca de mi compartimento: el número tres.
Abrí la puerta confirmando lo que ya imaginaba… mi viaje a Corset sería nublado, ¡muy nublado! En aquel compartimento, el número tres, se encontraban aquellos tres seres a los cuales, pensé y deseé que ¡jamás volvería a ver! ¡El hombre ridículo con apariencia de intelectual, la mujer fría y altiva y la vieja reliquia que no recordaba cuándo fue la última vez que tuvo un orgasmo!