Entrevista al autor anglosajón
Me encargó la editorial, que realizara una entrevista al autor. Nadie preveía que aquella sería la última vez que yo aceptaba un encargo. Pasé un mal rato…
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Le escribí. Fui al grano:
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– Por favor, indíqueme día, hora y lugar para realizarle una entrevista.
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Pasados unos días, recibí por carta la respuesta del autor:
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– Estimada señorita, le cito el primer día de la semana que viene. En el acantilado, al norte, junto al faro. A la salida de la Luna.
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Me pareció que el autor en cuestión, quería darse demasiada importancia (no era para tanto) y se intuía muy excéntrico. Francamente, su obra y él, me daban igual. Acudí ese día, al lugar indicado y a la hora en punto. Harta de esperar, casi a punto de marcharme, oí una risa que parecía salir de la propia Luna.
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Me fijé bien, volví a mirar y vi una calavera. Pensé: ¿Cuántos años tendrá ya?
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– Querida, le pido disculpas por hacerla esperar.
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– No se preocupe, cada uno hace lo que puede.
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– Y ¿qué interés puedo yo tener para que una editorial quiera entrevistarme?
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– Son cosas de la literatura.
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– ¿Qué quiere saber de mí?
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– Francamente y pensándolo bien, no quiero saber nada. Un autor amigo suyo, Ben Jonson, ya dijo de su obra todo lo que se debía contar.
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– ¿Ah, sí? Pues no lo recuerdo.
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– Estaría usted escribiendo. Pero se lo recordaré. Dijo que Shakespeare no pertenece a una sola época sino a la eternidad. Y será por ello que tenga usted tan mal aspecto. Si me disculpa me aburre usted ya inventaré algo para complacer a la editorial.
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¡Feliz eternidad!
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