El Viaje de Ongas (XII)

23/07/2021 Desactivado Por Anna Val

Ansiosos y muy nerviosos por saber qué ocurriría, todos miraban a Ongas como revolvía en su maletín para buscar la lupa de la verdad, mientras que Murciélago, aprovechando aquella tensa espera, tomaba notas de todo lo que allí estaba pasando para publicarlo en su periódico.

Afortunadamente, Ongas no tardó en encontrar la lupa, y sujetándola con fuerza, empezó a mirar a través de ella al anciano libro, y entonces, un radiante rayo blanco iluminó el rostro de Griego; ¡decía la verdad!

-¡¡Ohhhhh!! –exclamaron todos.

Le tocaba el turno al pequeño libro ridículo que parecía un poco inquieto. Ongas observó con sorpresa como aquel descarado le sacaba la lengua, además, descubrió que en su nariz le crecían unas peludas verrugas de color verde. También se percató que sus mejillas se empezaban a hinchar como un par de globos y Ongas pensó que iban a explotar… Entonces, un potente rayo de color rojo atravesó el cristal de la lupa de la verdad deslumbrando al libro mal educado que, debido al impacto del fuerte fogonazo de luz, quedó tan desorientado que se desplomó en el suelo todo avergonzado… ¡¡Había mentido!!

¡¡Uhhhhhhh!! –le abuchearon las pulgas.

Tomo le pidió disculpas a Griego, y le preguntó qué podía contarles para ayudarles a encontrar al profesor Orma y a los pingüinos Ninos.

El libro sabio les mostró las páginas en las que había escrito que la ciudad perdida está oculta dentro del gran glaciar dorado en forma de pirámide, al norte de la universidad, y que está custodiado por un grupo de guerreras y valientes sirenas llamadas «Philosophy», guardianas de los pergaminos que se hallan en el interior de la ciudad.

En el centro de la pirámide hay una misteriosa puerta en forma de ojo, la cual solo puede ser atravesada por la fuerza de una noble y sincera emoción. Pero si la emoción es innoble y dañina, entonces, el ojo emitirá una ráfaga de fuego y os destruirá.

-¡¡Ohhhhh!! ¡¡Una emoción!! – gritaron.

-Recordad todo cuanto habéis leído–les dijo Griego – Y tened en cuenta la emoción que os ha traído hasta aquí… -añadió.

-¡¡Gracias, Griego!! –le dijo Ongas dándole un fuerte abrazo.

Tomo, Ixar, Murciélago, Ongas y Melindro salieron de la universidad seguidos por el grupo de pulgas.

– ¡Yo también iré con vosotros! –gritó Melindro que estaba de pie sobre la nariz de Ongas.

Las demás pulgas empezaron a gritar: «¡¡Melindro, Melindro, Melindro, Melindro…!!».

– ¡Basta! ¡Orden! –gritó Tomo.

-Melindro, tú te quedarás aquí. Es demasiado peligroso –le dijo Murciélago.

Las compañeras de Melindro miraron desafiantes a Murciélago, y este pensó que se lanzarían sobre él y rápidamente cambió de opinión.

-Está bien… Puedes venir…

Pero Murciélago no pudo evitar que las pulgas enloquecieran de alegría y, descontroladas, se abalanzaran sobre él tumbándole en el suelo provocándole un ataque de risa a causa de las cosquillas que le hacían…

– ¡Tranquilas…! ¡Parad, parad…! ¡Ja ja ja!

Melindro, todo satisfecho, dio un brinco desde la nariz de Ongas hacia el suelo, y sus amigas le abrazaron, pues para ellas, Melindro se había convertido en el héroe que toda pulga marina deseaba ser.

Continuará…


Anna Val.