El Viaje de Ongas (XI)

16/07/2021 Desactivado Por Anna Val

Sorprendidas por la aparición del voluminoso oso polar, las pulgas armaron un gran alboroto ante la atónita mirada de Murciélago, Ixar y Ongas.

– ¡Orden! ¡¡Orden!! ¡Por favor, guarden silencio! –gritó con gran autoridad el oso.

Rápidamente se hizo un gran silencio en toda la estancia. Todas se callaron muy obedientes.

Entonces, el gran oso blanco dirigiendo su mirada a los tres amigos, les dijo con voz muy profunda:

-Me llamo Tomo y soy el responsable de la biblioteca de la universidad. ¿Quiénes sois…?

-Soy Ongas y soy amigo del profesor Orma… Es científico y trabaja aquí…, en la universidad… –le respondió Ongas algo atemorizado.

-¡¡Ya sé quién es el profesor Orma!! –le gritó Tomo.

-Y tú…, ¿también conoces a Orma? –le preguntó a Murciélago.

-No, no… Yo soy periodista… -le respondió nervioso.

-Yo soy Ixar, amigo de Ongas y Murciélago –se adelantó a responderle Ixar.

Las pulgas estaban muy atentas a todo lo que estaba ocurriendo.

-Humm…  –murmuró Tomo mirándoles fijamente a los ojos mientras Melindro, que permanecía sentado en la nariz de Ongas, daba un gran bostezo.

-Esta bien… ¡¡Seguidme!! –les ordenó Tomo.

Todos le siguieron en silencio y en riguroso orden, recorriendo varias estancias e innumerables pasadizos. Subieron por unas vertiginosas y empinadas escaleras que conducían a una fantástica biblioteca de infinitas estanterías repletas de libros.

¡Eran libros mágicos! ¡Libros parlantes que se movían!

Ongas, Ixar y Murciélago quedaron con la boca abierta al ver como aquellos libros se movían… Unos hablaban, otros se reían, otros discutían y, muy pocos, llevaban una tranquila conversación.

De entre todos ellos destacaba un gran libro con una enorme barba blanca que parecía muy cansado y Murciélago no pudo reprimir exclamar:

– ¡Qué libro tan extraño!

-Es el libro más antiguo que existe en el mundo… –le aclaró Tomo.

A Ongas, aquel libro de larga barba blanca le recordó a su abuelo, porque, además, le costaba mucho moverse. Pero poco a poco, este fue avanzando hasta reunirse con ellos, las pulgas, muy curiosas, no tardaron en rodearlo para poder escuchar lo que les tenía que decir.

Hola, amigos… Mi nombre es Griego y llevo en esta biblioteca más de mil años… Soy demasiado anciano y las palabras que guardo en mis páginas empiezan a pesarme mucho… Pero me gustaría tranquilizaros diciéndoos que yo sé dónde está el profesor Orma y los Pingüinos Ninos.

– ¡Eres el libro más viejo y mentiroso de la biblioteca! Tú no puedes ayudarles porque nada sabes… No hay sabiduría escrita en tus páginas, ¡tan sólo hay chismes! ¡¡Ja ja ja!!

Tomo miró desafiante aquel libro grosero con aspecto ridículo y le gritó:

-¡¡Cállate y muestra respeto!!

La advertencia de Tomo retumbó por toda la sala y el resto de libros enmudecieron al instante. Las pulgas, del susto, quedaron abrazadas entre ellas, y Melindro, de un salto, se escondió debajo de la nariz de Ongas. Todos quedaron impactados ante las acusaciones de aquel destartalado librejo.

– ¿¡Por qué dices eso!? –le preguntó muy rabioso Murciélago.

-Porque es cierto –le contestó muy chulesco y añadió –Un sabio muy sabio, escribió en mis páginas la verdad de todos los misterios… También el lugar dónde se encuentra la ciudad perdida.

-¡¡Mientes!! –le gritó Griego – ¡Los únicos sabios que sabían el lugar eran los maestros griegos y ellos, y solo ellos, fueron los que escribieron sus hallazgos en mis páginas!

Se originó una fuerte discusión entre los dos libros y Ongas, de repente, recordó quien podía solucionar aquel grave problema para poder desenmascarar al mentiroso… ¡La lupa de la verdad!

-Tomo, yo puedo resolver está discusión –dijo Ongas.

– ¿Cómo…? –le preguntó.

-Tengo la lupa de la verdad –le respondió Ongas.

-Está bien. Entonces, que la lupa decida quién de los dos es el farsante.

Continuará…


Anna Val.