El Viaje de Ongas (VI)

11/06/2021 Desactivado Por Anna Val

El pez sierra siguió relatando que aquellos magos lograron huir, llevándose con ellos el ánfora y ocultándola en algún lugar secreto para que no pudiera ser destruida.

– ¡Vaya…! –exclamaron sorprendidos.

– ¿Qué es un ánfora? –preguntó Ongas.

-Es un jarrón muy, muy, muy grande en el que pueden guardarse muchas cosas importantes –le explicó el pez sierra.

– ¡Caramba…! –dijo Ongas.

Los tres amigos le dieron las gracias al anciano pez sierra y salieron de la taberna para recoger al Furgopez en el acomodador de las gambas rosadas, pero antes, el Furgopez debía comer una gran cantidad de plancton verde para que pudiera continuar con el viaje.

Se dieron cuenta que detrás de una gran roca había un amplio espacio lleno de plancton y se acercaron hacia allí chocando con un pez araña que tenía un aspecto espantoso…

– ¡Hola, amigo! –le saludo Ongas.

– ¡Hola…! –respondió el pez araña con dificultad, ya que sus dientes eran tan largos que le impedían cerrar la boca y, además, tenía los ojos tan grandes que Murciélago se veía reflejado en ellos.

Mientras esperaban que el Furgopez terminara de comer, Ixar le preguntó al pez araña si había oído hablar de ciudad perdida y si sabía dónde pudo haber estado.

-Nadie lo sabe… Pero cuentan los peces más ancianos que hay un lugar en la que la corriente marina es muy caliente y suelen ocurrir fenómenos extraños. Se cree, que tal vez, allí estuvo la ciudad perdida –les explicó.

– ¡Gracias! Estaremos muy atentos –le agradeció Ixar.

Subieron al Furgopez y decidieron que antes de ir a la Universidad Marina debían encontrar el ánfora para buscar en ella el mensaje que les llevaría a la pirámide donde se refleja el sol.

Siguieron su camino avanzando entre un paisaje que curiosamente iba cambiando por momentos, pues el agua de color azul se convertía mágicamente en un color verde intenso, pero, lamentablemente, la temperatura del agua seguía siendo fría y eso les desanimaba…

Un simpático pez amarillo con pequeñas manchas negras se cruzó con ellos y Murciélago le preguntó dónde podían encontrar agua caliente.

– ¡Ah! Si queréis, podéis seguirme. Debo llevar unas joyas a Cangrejo Real; que no está muy lejos de aquí… Además, es un lugar muy agradable y templado.

– ¡¿Unas joyas?! No veo que lleves nada… –le dijo Ongas.

-Soy el pez cofre y las guardo dentro de mí –le respondió.

– ¡Qué curioso! Nunca había visto un pez cofre –exclamó Ixar.

Ellos le siguieron y, pasado un rato, empezaron a notar un agradable calorcito que les envolvía, la temperatura del agua ya no era tan fría y Ongas tuvo que quitarse la bufanda de la abuela Wanda, pues empezaba a sentirse algo sofocado. De repente, se vieron rodeados por un gran número de cangrejos que les miraban extrañados. Eran los habitantes de Cangrejo Real.

Continuará…


Anna Val.