El Viaje de Ongas (III)
Ongas estaba tan fascinado por la historia que los Lam habían contado, que ni siquiera se dio cuenta que su cena estaba encima de su mesa. «¡Humm…! ¡Qué buena pinta!», se decía dispuesto a devorar a toda velocidad aquella comida tan rica a la que le acompañaba un suculento y sabroso vaso de zumo de cereza.
– ¡Ah…! –exclamó al terminar su cena todo satisfecho mientras acariciaba su barriga. Y entonces alguien dijo: – ¡¿Habéis leído la noticia?! ¡¡La Universidad Marina está cerrada y los Pingüinos Ninos han desaparecido!! Ongas se giró y vio un gran pez globo al que le preguntó muy nervioso: -¡¡Disculpe!! ¡Disculpe! ¿Qué ha ocurrido? Yo me dirijo a la Universidad Marina, mi amigo Orma trabaja allí. – ¡Mal asunto amigo! Si… Es un mal asunto… -se lamentaba el pez globo- Me llamo Ixar. Ixar y Ongas rodearon a Macropinna, el pez de cabeza transparente. En la cabeza de Macropinna estaban escritas todas las noticias que ocurrían en los cinco mares helados y, en ella, Ongas pudo leer lo siguiente: «La Universidad Marina permanece cerrada por causas desconocidas. Sorprendentemente, los Pingüinos Ninos han desaparecido sin que se haya encontrado ninguna pista a cerca de este misterioso caso». |
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-Pero… ¡no dice nada de mi amigo Orma, es científico! –gritó Ongas desesperado. – ¡Terrible! ¡Terrible! -protestaba el pez gota que tenía una enorme nariz y una gran boca. – Mañana temprano nos dirigiremos hacía los glaciares de los Pingüinos Ninos e investigaremos este caso tan complejo y peligroso, ¡será mejor que vayamos a descansar! –ordenó Ixar. -De acuerdo… –contestó Ongas todo cabizbajo mientras giraba la manecilla del reloj indicando las tres para poder entrar en su habitación. Cuando la puerta se cerró, ¡se oyó un gran estruendo! Atemorizado, Ongas miró por la pequeña ventana redonda de su cuarto y vio como un grupo de estrellas marinas corrían asustadas. Al rato, ¡sonó un segundo estruendo! ¡¡Eran truenos!! ¡Los caballitos de mar iban al galope y el mar empezaba a agitarse! ¡¡Un fuerte oleaje y más truenos!! ¡La tormenta había llegado!
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A pesar de todo aquel ruido, Ongas escuchó como alguien golpeaba con fuerza la ventana, se dio la vuelta, y allí, con la cara pegada en el cristal, había un pequeño pez con unos enormes labios rojos y con aspecto de estar muy enfadado… «¡Menudo susto!», se dijo Ongas. Y abrió la ventana para socorrer a aquel pez tan extraño y muy feo.
– ¡Ya era hora! –protestó- Me llamo Murciélago y soy periodista.
– ¡Qué emocionante! –exclamó Ongas muy excitado.
– ¿A qué te refieres? –le preguntó Murciélago todo extrañado.
– ¡Es la primera vez que conozco a un periodista! Por cierto, yo soy Ongas.
– ¡Ah!… Verás, debo escribir un artículo sobre los extraños sucesos que están ocurriendo en la Universidad Marina y la tormenta me ha sorprendido.
– ¡Qué casualidad! Yo debo encontrar a mi amigo Orma que también ha desaparecido en la misma universidad.
De repente, la fuerza de un gran rayo, acompañado de un ensordecedor ruido, impactó sobre la taberna de los Braqui y… ¡todo quedó a oscuras!