Conversaciones con Adolfo (I)

08/11/2018 Desactivado Por Anna Val

Siempre he tenido la firme convicción, que un autor debe defender su obra hasta las últimas consecuencias. Incluso, hasta cuando duerme.

Este, debe dar orden de forma imperativa a sus sueños. Para que custodien su obra mientras el autor descansa.

Los sueños, transformados en fieles y nobles guerreros, alzan sus lanzas y con sus grandes escudos protectores cobijan el arte creado por el artista, y a este también.

Mis valientes guerreros, mis sueños, ellos, al igual que esta autora y su obra, también son peculiarmente extraños.

Cansada ya del fatigoso día y del hastío que producen los seres grises incapaces de ver más allá de sus puntiagudas narices, ha llegado la noche para rescatarme de la pesadilla diurna.

Acomodada placenteramente en la cama, he buceado en un inesperado sueño. De repente y sin yo pretenderlo, me he visto ubicada en el interior de un bloque de apartamentos antiguos. Cuyas puertas adornadas, permanecían cerradas. Una alegre musiquilla salía de su interior.

Yo, descendía las escaleras. Cuando de repente una de las puertas se abrió.

Sorprendida, vi a una anciana mujer que me decía:

¡Así, que tú eres la de los conejos! – Daba la sensación que estuviese esperándome -.

Me indicó que pasara. Crucé el umbral para sentarme en una larga mesa, en cuyo centro había una hermosa sopera de porcelana.

A mi lado, sentado también, se encontraba mi amigo Adolfo. El cual me dijo:

Es mi madre.

Ambos miramos fijamente a aquella mujer. Mientras, ella extraía de aquella sopera grandes cucharones de lentejas para llenar dos profundos platos que luego nos ofreció.

Me desperté, sonreí y me reí.

Le escribí un e-mail a mi amigo, relatándole mi sueño.

Al rato me llamó para comunicarme que no había entendido nada.

Yo, volví a reír.

No te preocupes Adolfo. Mis sueños, al igual que mi obra, nadie la entiende. Y yo, defiendo esta incomprensión, hasta el último plato de lentejas.

 

Anna Val.