La esencia del Lobo

 

Y…

Resulta curioso lo que ocurre cuando aprendes a mirar con el corazón.

Es un ejercicio que empecé a practicar desde hace algunos años incorporándolo en mi día a día e invitándole a quedarse definitivamente en mi vida, agradeciéndole el bienestar y la riqueza espiritual que ello me aporta: «COMPRENDER».

El corazón es sabio y poderoso, su campo visual es ilimitado. Tiene la capacidad de dar forma y voz a las profundas y secretas emociones individuales que no verbalizamos y que, de manera inconsciente, exteriorizamos a través de nuestro lenguaje corporal, cuya esencia y verdadero significado pasa inadvertido para cualquier persona que se dedica a observar únicamente con sus ojos.

Hace ya algún tiempo y debido a mi actividad creativa, me vi obligada muy a mi pesar, a iniciarme en este confuso y ambiguo mundo de las redes sociales con el único propósito de dar visibilidad a mi humilde obra, creando un canal amplio de comunicación con el mundo exterior, en definitiva, una cuenta Twitter, la cual, he de reconocer, a pesar de mi desconfianza, que me ha aportado más satisfacciones de las que yo esperaba.

Sorprendida por la acogida inicial, y muy escrupulosa a la hora de escoger aquellas personas que, a mi parecer, podían aportarme los conocimientos de los cuales yo carezco, descubrí un rostro impreso en la fotografía de un contacto que inicialmente me sobresaltó. Llamándome poderosamente la atención su mirada. Una mirada desafiante en la que todo su semblante parecía decirle a la vida: «Aquí estoy y, además, no te temo».

El mensaje que percibió mi corazón fue: «Este hombre guarda en su alma la esencia de un lobo».

Su nombre: David Ortega.

Empecé a indagar en su cuenta de Twitter (@Davidkatabatik) para descubrir quién era. Lo que en ella hallé me dejó tan sorprendida como su mirada:

«Licenciado en filosofía. Escritor. Dos cuentas más en redes sociales (Instagram y Facebook). Un blog literario (davidrefuge.wordpress.com) con varias publicaciones de artículos filosóficos. Colaborador de la revista digital «Philos». Docente».

Mi corazón no me había engañado, y se reafirmaba en lo que había visto desde un principio, confirmando su mensaje.

Empecé a leer sus publicaciones filosóficas en su cuenta de Twitter. Muchas veces nada entendía, pero me ayudaban a aprender. Nuevamente comprobé que aquella dureza que su mirada transmitía la reflejaba en su escritura: «Técnica perfecta y concisa. Ningún error».

Yo no me atrevía a opinar nada…, ni siquiera a preguntar, por si acaso…

Pero la cosa cambió cuando un día publicitó en su cuenta de Twitter uno de sus artículos que escribió en su blog literario.

Comencé a leerlo, y me sorprendió gratamente al comprobar que aquella dureza inicial que yo había conocido hasta entonces había desaparecido. Daba la sensación de que se encontraba cómodo en su propio hábitat, en su blog.

Su narrativa era muy bella. La delicada estética tanto de las ilustraciones como de las fotografías que acompañaban a sus relatos, se fusionaban en perfecta armonía, ofreciendo una agradable eufonía que deleitaba los sentidos.

Dejé de temerle, y fui cogiéndole confianza.

Nuevamente, David Ortega, me sorprende con la publicación de su primer libro:

«EL ÚLTIMO REFUGIO –En busca del paraíso perdido-».

Lo adquirí con rapidez. «¿De qué trataba?», pensé.

Una vez lo tuve en mis manos y observando la portada, sonreí al ver el dibujo de un lobo… «No podía ser de otra manera…», me dije.

Ansiosa, le di un vistazo rápido y pude comprobar que hablaba de un viaje que él realizó por Alaska. Volví a sonreír.

Entonces, con mi adrenalina en pausa, abrí nuevamente el libro y comencé una aventura fantástica en compañía de un lobo, recorriendo sus ciento ochenta páginas en las que, al igual que en la vida, ocurre de todo… No es simplemente un viaje, es mucho más. En esta ocasión el orden queda invertido, pues es el propio hombre, con esencia de lobo, el que pone en jaque a la propia vida.

Gracias, David.

 

Anna Val.