Un ermitaño llamado Piulet (VI)

30/10/2025 Desactivado Por Anna Val

Disfrutando de su nuevo hogar, soterrado en el fondo del mar, Piulet observaba divertido como salían por su nariz un número indeterminado de burbujillas. Curioso, intentaba atraparlas entre sus rollizos y torpes dedos, a la vez que se paseaba por un jardín de interminables pasillos coralinos cuyos explosivos colores amenizaban una estética exquisita. Además, Piulet miraba embobado a un grupo numeroso de pececillos dorados que se entremezclaban, de manera nerviosa, entre los largos tentáculos de los bellos corales, sosegando, de manera involuntaria la mente de Piulet.

Sentado en el interior de aquella bella colonia de coral y sumido en un profundo trance, escuchó un mensaje que se desplomó de manera suave dentro de su mente: «Piulet, este es tu momento. ¡Es el momento de la venganza!», Piulet dejó que cada palabra resbalara de manera voluntaria por los entresijos de su cerebro que, de manera firme, prosiguió con sus enérgicas ordenes: «¡Piulet, en aguas del puerto de Capri se halla oculta, entre un laberinto de rocas, la endiablada gitana napolitana que, convertida en sirena planea acabar con tu vida. Esta vez ha ideado a través de un envenenado canto, asesinar tu ser y tu alma, pero no temas, el rey de Ítaca ha sido advertido de tan vil plan y ha ordenado a los dioses del sagrado olimpo que impidan este aberrante crimen. Para conseguir dicho logro, los dioses han decidido convertirte en Odiseo, ¡su fuerza sobrenatural te salvará!  

¿Ves aquel viejo barco que esta desmayado sobre la arena y cuyo mástil sobresale de manera abrupta? «Sí», le respondió Piulet con los ojos cerrados y visualizándolo todo a través de su mente.

«Pues ves hacía él y átate al largo mástil de madera con la gruesa cuerda que está junto al casco del barco. Cuando lo hayas hecho, el barco se elevará, pero no tengas miedo, permanecerás atado a su alrededor elevándote junto a él. De este modo podrás ver y escuchar el canto con el que la sirena asesina pretende, con dicha melodía, ¡que mueras ahogado!», y tras aquellas palabras, después, silencio… Pero Piulet no perdió el tiempo y rápidamente hizo todo cuanto se le había ordenado.

Piulet se ató con fuerza en aquel mástil, transformándose, de manera sorpresiva, en el valiente    Odiseo. Al rato, vio arrastrarse entre las olas del enfurecido mar a una fea sirena que empezó a vomitar un enmascarado cántico seductor para acabar con la vida de Piulet, pero no logró su objetivo y, desesperada por la rabia, esta se ahogó. Cuando todo terminó, Piulet recuperó su estado natural y, de manera asombrosa se vio de pie en el bullicioso puerto napolitano, donde un grupo de pescadores vitoreaban a una bella muchacha que bailaba apasionadamente y cantaba la pegadiza canción… «Tu vuò fa el americano!! Mmericano!! americano…!»

Embelesado y asimilando todo cuanto le había sucedido, no podía dejar de mirar a la muchacha, le recordaba a Chiara…. Ella, girando la cabeza y con un golpe de melena, clavó sobre Piulet su mirada con sus grandes ojos verdes, mientras le obsequiaba con una seductora sonrisa que dejaba salir a través de sus gruesos labios rojos.» Terminadas aquellas palabras, un silencio prolongado, casi infinito y pesado planeo sobre aquella lúgubre estancia en la que aquella anciana relataba la vida de un absurdo hombre…

«¿Qué le ha parecido el relato signorina?», me dijo. «¿Eso es todo…?», le respondí yo un tanto molida por escuchar aquella ilógica historia

«Ji, ji, ji…», se rio ella. Una risa de bastante mal gusto que erizó los huesos de mi columna vertebral.

Continuará…