Un ermitaño llamado Piulet (V)
Piulet atónito por aquel mensaje, el cual le pareció de lo más absurdo y burdo y, tal vez sí, por qué no, engañoso al igual que aquella gitana que, con astucia malévola, le había encerrado en aquella cueva, generaba en Piulet una desconfianza abrumadora y, pensó que, la gitana napolitana, de nuevo le tenía preparado para él, un depravado destino mucho más perverso… Pero…, ¿y si se equivocaba y, en realidad, se trataba de una nueva oportunidad…?
Las emociones de Piulet, le llevaron a ahondar nuevamente entre las tinieblas del dolor, el miedo y la desesperación… «¿Qué puedo hacer yo…?», se torturaba preguntándose una y otra vez dentro de aquella pequeña gruta… «¡Nada!», se respondió a sí mismo y, mientras Piulet discutía consigo mismo, volvió el tiempo para pasearse por el subsuelo de aquella lúgubre y fría cueva, aquel lugar en el que fue encarcelado por un engaño. Él, el tiempo que deambulaba retador, brabucón y con sonrisa hostil, mirada endemoniada que inyectaba sobre el frágil y ya, anciano Piulet, le obligaron a esconderse, atemorizado, entre aquellas cuatro paredes temblando de terror por lo que el tiempo pudiera hacerle…
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Temblaba tanto que, incluso le pareció que el suelo como las paredes rocosas que lo encapsulaban dentro de sus entrañas, también temblaban. Hasta que de pronto, y de manera sorpresiva, Piluet tomó conciencia de que aquel temblor que lo movía todo era debido a que el bravo guardián… ¡había despertado! ¡Un gran terremoto abrió el suelo sobre el que se sostenía Piulet, mientras que las paredes que lo ocultaban de la vida exterior, estallaron reventando las esperanzas de supervivencia de Piulet!
Después de aquella virulenta descarga en la que todo saltó envuelto en una sangrante lava, el volcán emitió un colosal eructo y, como consecuencia, Piulet salió disparado al exterior del Monte Vesubio igual que un proyectil lanzado por un potente cañón sin saber dónde le llevaría aquel improvisado vuelo. A pesar de todo, Piulet gozó al poder respirar el añorado aire exterior y, sin darse cuenta, aquel vuelo terminó muy rápido estrellando al marchito Piulet en el hondo fondo marino. |
Cuando recobró el sentido por aquel improvisado y accidentado viaje, Piulet se dio cuenta que se encontraba dentro del océano y, alarmado, se dio cuenta, también, con gran extrañeza, que podía respirar dentro de aquella inmensa extensión de mar. Entonces, recordó lo que aquella voz le había presagiado y concluyó que sí, que aquella era su última oportunidad, pero… «¿¡cual sería aquella última oportunidad!?», se preguntaba un tanto desesperado rodeado de una gran fauna marina que huía espantada por su presencia, a la vez que, de manera distraída, Piluet vio su semblante reflejado sobre el brillante lomo de un pez raya… ¡Se había transformado en un Buda! Su cuerpo ya no era un saco de huesos, no, ahora su complexión era rechoncha; la larga barba que cubría su cara y aquella loca melena que se descolgaba de su cabeza, ¡habían desaparecido!, siendo ambas sustituidas por una elegante calvicie. Sus ropajes, aquellas telas sucias y roídas que tapizaban su cuerpo también se habían volatilizado. En sustitución, una telilla blanca le envolvía sus partes más sensibles…
Continuará…
